5. Pues
tornando a nuestro hermoso y deleitoso castillo, hemos de ver cómo podremos
entrar en él.
Parece que
digo algún disparate; porque si este castillo es el ánima claro está que no hay
para qué entrar, pues se es él mismo; (9) como parecería desatino decir a uno
que entrase en una pieza estando ya dentro. Mas habéis de entender que va mucho
de estar a estar; que hay muchas almas que se están en la ronda del castillo
(10) que es adonde están los que le guardan, y que no se les da nada de entrar
dentro ni saben qué hay en aquel tan precioso lugar ni quién está dentro ni aun
qué piezas tiene. Ya habréis oído en algunos libros de oración (11) aconsejar
al alma que entre dentro de sí; pues esto mismo es.
6. Decíame
poco ha un gran letrado (12) que son las almas que no tienen oración como un
cuerpo con perlesía o tullido, que aunque tiene pies y manos no los puede
mandar; que así son, que hay almas tan enfermas y mostradas a estarse en cosas
exteriores, que no hay remedio ni parece que pueden entrar dentro de sí; porque
ya la costumbre la tiene tal de haber siempre tratado con las sabandijas y
bestias que están en el cerco del castillo, que ya casi está hecha como ellas,
y con ser de natural tan rica y poder tener su conversación no menos que con
Dios (13), no hay remedio. Y si estas almas no procuran entender y remediar su
gran miseria, quedarse han hechas estatuas de sal por no volver la cabeza hacia
sí, así como lo quedó la mujer de Lot (14) por volverla.
7. Porque, a
cuanto yo puedo entender, la puerta para entrar en este castillo es la oración
y consideración, no digo más mental que vocal, que como sea oración ha de ser
con consideración; porque la que no advierte con quién habla y lo que pide y
quién es quien pide y a quién, no la llamo yo oración, aunque mucho menee los
labios; porque aunque algunas veces sí será, aunque no lleve este cuidado, mas
es habiéndole llevado otras. Mas quien tuviese de costumbre hablar con la
majestad de Dios como hablaría con su esclavo, que ni mira si dice mal, sino lo
que se le viene a la boca y tiene deprendido por hacerlo otras veces, no la
tengo por oración, ni plega a Dios que ningún cristiano la tenga de esta
suerte; que entre vosotras, hermanas, espero en Su Majestad no lo habrá, por la
costumbre que hay de tratar de cosas interiores, que es harto bueno para no caer
en semejante bestialidad (15).
8. Pues no
hablemos con estas almas tullidas, que si no viene el mismo Señor a mandarlas
se levanten como al que había treinta años (16) que estaba en la piscina,
tienen harta malaventura y gran peligro, sino con otras almas que, en fin,
entran en el castillo; porque aunque están muy metidas en el mundo, tienen
buenos deseos, y alguna vez, aunque de tarde en tarde, se encomiendan a nuestro
Señor y consideran quién son, aunque no muy despacio; alguna vez en un mes
rezan llenos de mil negocios, el pensamiento casi lo ordinario en esto, porque
están tan asidos a ellos, que como adonde está su tesoro se va allá el corazón
(17), ponen por sí algunas veces de desocuparse, y es gran cosa el propio
conocimiento y ver que no van bien para atinar a la puerta. En fin, entran en
las primeras piezas de las bajas; mas entran con ellos tantas sabandijas, que
ni le dejan ver la hermosura del castillo, ni sosegar; harto hacen en haber
entrado.
9. Pareceros
ha, hijas, que es esto impertinente, pues por la bondad del Señor no sois de
éstas. Habéis de tener paciencia, porque no sabré dar a entender, como yo tengo
entendido, algunas cosas interiores de oración si no es así, y aun plega al
Señor que atine a decir algo, porque es bien dificultoso lo que querría daros a
entender, si no hay experiencia; si la hay, veréis que no se puede hacer menos
de tocar en lo que plega al Señor no nos toque por su misericordia.
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