domingo, 23 de enero de 2011

DIOS NO SE ACUERDA DE NUESTRA INGRATITUD


Nos sorprende leer en el Evangelio que Jesucristo sienta más alegría al encontrar un pecador que a noventa y nueve justos, poniéndonos el ejemplo del pastor, que deja las noventa y nueve y va en busca de una, que se le había perdido.Tal es la condescendencia de Dios, que siente más alegría por la conversión del pecador que había buscado que por los noventa y nueve justos que no tuvo que buscar.


Ese es el Dios en el que nosotros creemos. Dios en Jesucristo es un Dios que tiene sentimientos como un hombre, que se alegra, que espera, que sale al encuentro. Nuestro Dios tiene corazón, y está ahí como amante, con todas las extravagancias de un amante, que busca, espera y perdona siempre.


En santa Teresa su experiencia de Dios es esa. Asegura que nosotros nos cansamos antes de ofender a Dios que El de perdonarnos. Por si misma fue descubriendo que el demonio la tentaba a dejar la oración, poniénla el pretexto de que era una pecadora, y por ser tal, Dios no la iba a escuchar en la oración. Que no perdiera más tiempo haciendo oración. Que ofendiendo a Dios, y siéndole infiel a sus gracias, sería una vanidosa y una presumida querer disimular sus faltas haciendo oración. Que eso era propio de almas justas, buenas y santas.

Teresa tardó en caer en la cuenta de que esto era una falsa humildad. ¿Cúándo cayó en la cuenta de su error? Cuando tuvo conciencia de que Dios la seguía regalando con su amor en porfía con ella: cuanto más ruín y pecadora se veía, más buscada por Jesucristo, su Amante. La esuchamos:


¡Qué humildad tan soberbia inventaba inventaba en mí el demonio, apartarme de estar arrimada a la columna y báculo, que me ha de sustentar para no dar tan gran caida! Ahora me santiguo , y no me parece que he pasado peligro tan peligroso como esta invención que el demonio me enseñaba por via de humildad...Quw mw bastaba con rezar lo que debía como todas.


Miren esto, por amor de Dios, todos los que tratan oración. Sepan que el tiempo que yo estuve sin ella, era mucho más perdida mi vida..., me venía en mi un desasosiego grande, Y ,¿cómo había de sosegar mi alma? Para tornar a la oración, esperaba estar muy limpia de pecad0-¡Oh, qué mal encaminada iba con esta esperanza! Esto fue lo que a mí me destryó. Cuando uno cayere, mire, mire, por amor de Dios, no la engañe en que deje la oración, como hacía a mí con humildad falsa.


Fie de la bondad de Dios, que es mayor que todos los males que podemos hacer: no se acuerda de nuestra ingratitud cuando nosotros, conociéndonos, queremos tornar a su amistad, ni de las mercedes que nos ha hecho para castigarnos por ellas. Mas bien, antes ayudan a perdonarnos más presto, como a gente que ya era de su casa y ha comido, como dicen, de su pan (V.20,10-17).


Volvamos a la parábola de la oveja perdida. Jesucristo nos busca a cada uno en particular, con cariño, "como a gente que ya era de su casa y ha comido de su pan" Sí. Aunque parezca absurdo que el Dios omnipotente se ocupe de un diminuto grano de arena,que es cada hombre, visto como un diminuto punto en unas coordenas cósmicas, así es, porque Dios es Dios. Teresa experimentó que para Dios nada es demasiado pequeño. Para Dios, el corazón de un hombre capaz de amar, es mucho mayor que todas las galaxias juntas.


Adios, amigos.Hasta pronto. Nicolás González

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